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Blas Infante: cerrado por vacaciones

«Gritó un hombre agonizante: / ¡Viva Andalucía libre!" Así arrancaba aquella granaína que cantaba Menese en los tiempos de la Autonomía con mayúscula, ese periodo de nuestra historia en el que los andaluces nos levantamos durante un cuarto de hora antes de volver a sentarnos para ver pasar la vida de largo. «Gritó un hombre agonizante… / Dejó su nombre en la Historia. / Se llamaba Blas Infante. / Bendita sea su memoria».

La memoria de Blas Infante se ha convertido en un producto de consumo. Cada partido la manipula para que cuadre en su ideario o en su imagen publicitaria, que sería más exacto. La derecha se ha vuelto andalucista porque sabe que ese ingrediente es imprescindible para que se cocine el guiso electoral que le permita entrar en San Telmo por la puerta grande de la mayoría absoluta. La izquierda radical ha pergeñado un Blas Infante revolucionario, que rima mal con su profesión de notario. Desde IU nos muestran una imagen del autor de El ideal andaluz que no se corresponde con su perfil regionalista, sino con un leninismo pasado de fecha que no practicó jamás: se quedó en una defensa lírica y humanística del jornalero.

Y el PSOE, tan propio a la hora de apropiarse de todo, lo inmovilizó en el busto que colocó en el Parlamento, en esos honores que suenan al Nodo del franquismo, en el vaciado de las ideas que podían molestar al pragmatismo del Régimen, en ese homenaje que le daban cada mes de agosto en el lugar donde cayó fusilado… cuando Chaves no estaba de vacaciones. Unos años sí, y otros no. Dependía de la agenda vacacional del entonces virrey que ocupaba la poltrona de la taifa andalusí. Un burócrata que sólo le debe lealtad al partido y que jamás se creyó la institución que presidía y a la que llegó después de las presiones de su amigo y mentor Felipe González. Para Chaves la memoria de Blas Infante era un asunto que dependía de su descanso estival. Si le cogía en Galicia o en Croacia, pues mandaba a una sustituta o a un pasante y asunto resuelto. ¿Qué más da? El cortijo andaluz estaba controlado, que era lo único que le importaba.

Este año han celebrado en el Parlamento el 125 aniversario del padre de la patria y presidente de honor de la Junta de Andalucía: todo sin trincar, que diría el filósofo Beni de Gades. Porque Blas Infante no se llevó ni un duro del sueño que forjó, sino un puñado de balas que traspasaron su corazón. Aquí nos enfrentamos con dos estilos literarios radicalmente distintos: el fusilamiento de Infante pertenece por derecho propio a la épica, mientras la vida que se pegan los que viven a la sombra de su testimonio está inscrita en la tradición de la picaresca. Son como el agua y el aceite. Lo de Blas Infante no tiene absolutamente nada que ver con el parque ecológico de coches oficiales, con el ejército de militantes enchufados a la red eléctrica del poder, con el manejo de millones de euros que se colocan donde puedan dar los mejores réditos electorales, con la carrera profesional que se apañan los que pasan del fracaso escolar a las altas magistraturas de la Junta.

Lo que define la figura histórica de Infante no es la fecha de su nacimiento, sino el motivo de su fusilamiento. Ahí está el quid de la cuestión. ¿Por qué guarda silencio el PSOE andaluz cuando se le pregunta si este homenaje de julio sustituirá al de agosto? La granaína que cantaba Menese está sepultada en el baúl de la desmemoria. Antes le llamaban la Momia y se burlaban de sus escritos: los analfabetos son así, porque no hay un solo dirigente de la Junta con obra publicada. Ni siquiera el cultureta de Griñán. Ni uno. Aparte de eso, hay otra diferencia que los aleja: Blas Infante murió por Andalucía mientras los junteros viven de ella. Eso es todo.

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